jueves, 27 de marzo de 2014

Los hijos de Nix y Eris


Y Nix parió al odioso Moro y a la Ker negra y a Tanatos. También parió a Hipnos y a la muchedumbre de los sueños. Y la divina y sombría Nix no se había unido para eso a ningún Dios. Y después parió a Momo y a Ezis, pletórico de dolores; y a la Hespérides, a quienes, allende el ilustre Océano, están confiadas las manzanas de oro y los árboles que las ostentan. Y parió a las Moiras y a las Keres inhumanas, Cloto, Lacesis y Atropos, que a los hombres mortales dispensan al nacer bienes y males, y persiguen los crímenes de hombres y de Dioses, y no renuncian jamás a su cólera inexorable mientras no hayan tomado del culpable una venganza terrible.
Y después, la funesta Nix parió a Némesis, ese azote de los hombres mortales; luego, a Apate y a Filotas, y a la abrumadora Gera y a la tozuda Eris. Y después, la odiosa Eris parió al duro Pono y a Leteo, y a Lemo, y a Algos, por quien se llora; y a Ismina, y a Fonos, y las Batallas, y el Exterminio de los guerreros, y los Perjurios, y las palabras engañosas, y las Contestaciones, y los Menosprecios de las leyes, y a Ate, que son inseparables; y a Horco, terrible para los hombres terrestres, y que los hiere en cuanto uno de ellos intenta perjurar.

Hesíodo. Teogonía, 211-232.

martes, 4 de marzo de 2014

Himno a las Moiras



Moiras infinitas, amadas hijas de la negra Noche, escuchad mi súplica, gloriosas, que habitáis en la laguna celes­te, donde el agua congelada, al calor de la noche, se deshace en el fondo oscuro e imponente de la cueva de hermosas piedras, de donde voláis a la inmensa tierra de los mortales. Desde allí, pues, os encamináis al reputa­do género humano, de vana esperanza, cubiertas de pur­púreas vestiduras en la llanura letal, donde la gloria impulsa el carro que abarca toda la tierra más allá del límite de la justicia y de la esperanza, de las preocupaciones, de la norma antiquísima y del infinito principio que se rige por una buena ley. Pues la Moira es la única que vigila en la vida, y ningún otro ente inmortal de los que ocupan las cimas del nevado Olimpo; y también la perfecta mirada de Zeus. Porque cuanto nos acontece, todo lo sabe enteramente la Moira y la mente de Zeus. Mas venid amables, suaves y complacientes, Átropo, Láquesis y Clo­to de hermosas mejillas; aéreas, invisibles, constantes, por siempre inflexibles, que todo lo otorgáis y quitáis, a la vez; imperiosa necesidad para los mortales. Escuchad, pues, Moi­ras, mis piadosas plegarias, recibid mis libaciones y acudid como liberadoras del mal para vuestros iniciados con una intención benévola.

Himno órfico 58