martes, 28 de enero de 2014

Apolo se apiada de Héctor

Aquiles y Héctor luchan ante la mirada de Atenea

Dijo Febo Apolo:
—Sois, oh dioses, crueles y maléficos. ¿Acaso Héctor no quemaba en honor vuestro muslos de bueyes y cabras escogidas? Ahora, que ha perecido, no os atrevéis a salvar el cadáver y ponerlo a la vista de su esposa, de su madre, de su hijo, de su padre Príamo y del pueblo, que al momento lo entregarían a las llamas y le harían honras fúnebres; por el contrario, oh dioses, queréis favorecer al pernicioso Aquileo, el cual concibe pensamientos no razonables, tiene en su pecho un ánimo inflexible y medita cosas feroces, como un león que dejándose llevar por su gran fuerza y espíritu soberbio, se encamina a los rebaños de los hombres para aderezarse un festín: de igual modo perdió Aquileo la piedad y ni siquiera conserva el pudor que tanto favorece o daña a los varones. Aquel a quien se le muere un ser amado, como el hermano carnal o el hijo, al fin cesa de llorar y lamentarse; porque las Moiras dieron al hombre un corazón paciente. Mas Aquileo, después que quitó al divino Héctor la dulce vida, ata el cadáver al carro y lo arrastra alrededor del túmulo de su compañero querido; y esto ni a aquél le aprovecha, ni es decoroso. Tema que nos irritemos contra él, aunque sea valiente, porque enfureciéndose insulta a lo que tan sólo es ya insensible tierra.

Homero. Ilíada, XXIV, 33-54. (Traducción de Luis Segalá y Estalella)

jueves, 16 de enero de 2014

El fantasma de Remo



Por qué ese día se llamó Lemuria y cuál fue el origen del nombre se me escapa; le corresponde a algún dios descubrirlo. Hijo de la Pléyade, reverendo maestro de la vara poderosa, infórmame tú: a menudo has visto el palacio del Júpiter estigio. A mi plegaria vino el portador del bastón de heraldo. Aprende la causa del nombre; el mismo dios la hizo conocer. Cuando Rómulo hubo enterrado el espíritu de su hermano en la tumba y se hubieron celebrado las exequias del demasiado ágil Remo, los infelices Fáustulo y Acca, con los cabellos sueltos, rociaron los huesos quemados con sus lágrimas. Luego a la caída del crepúsculo tomaron el camino hacia el hogar y se arrojaron en el duro lecho tal como estaba. El fantasma ensangrentado de Remo parecía estar al lado de la cama y hablar estas palabras en un murmullo tenue: "¡Miradme a mí, que compartí la mitad, la mitad completa de vuestro tierno cuidado, observad a lo que he llegado y lo que era antes! Hace poco pude haber sido el primero de mi pueblo, si los pájaros me hubiesen asignado el trono. Ahora soy una ira vacía, escapada de las llamas de la pira; esto es todo lo que queda del que fue en otro tiempo el gran Remo. Ay, ¿dónde está mi padre Marte? Si sólo tú dijiste la verdad y fue él quien envió las ubres de la bestia salvaje para amamantar a los niños abandonados, la mano temeraria de un ciudadano le deshizo lo que la loba salvó. ¡Oh, cuánto más piadosa fue ella! ¡Feroz Celer, ojalá que tu alma cruel se rinda a través de las heridas y pases sangrientamente bajo tierra como yo! Mi hermano no deseó esto: su amor es igual al mío: él dejó caer sus lágrimas sobre mi muerte. Esto es todo lo que pudo hacer. Rogadle con vuestras lágrimas, con vuestro acogimiento, que celebre un día en señal de honra hacia mí". Mientras el fantasma les daba este encargo, ellos anhelaban abrazarlo y extender sus brazos hacia él; la sombra resbaladiza escapó a sus manos cerradas. Cuando la visión se hubo ido y se llevó el sueño consigo, la pareja informó al rey de las palabras de su hermano. Rómulo cumplió y dio el nombre de Remuria al día en que la adoración debida es pagada a los antepasados muertos. En el curso de la edades la letra áspera, que estaba al principio del nombre, fue cambiada en una suave; y pronto las almas de la multitud silenciosa fueron llamadas Lemures: éste es el significado de la palabra, ésta es la fuerza de la expresión. Los antiguos cerraron los templos en esos días, incluso ahora los ves cerrados en la época consagrada a los muertos. Esos días son inadecuados para la boda de la viuda y de la doncella: la que se casa entonces no vivirá mucho. Por la misma razón, si haces caso de los proverbios, la gente dice que las mujeres malas se casan en mayo. Esas tres fiestas caen alrededor del mismo tiempo, aunque no en tres días consecutivos.


Ovidio. Fastos, V, 455-492