martes, 11 de septiembre de 2012

El santuario del monte Liceo

Muralla de la antigua fortaleza de Eleutera

¿Por qué los arcadios apedrean a las personas que voluntariamente entran en el santuario del monte Liceo; pero si tales personas entran por ignorancia, los envían a Eleutera?
¿Es porque fueron liberados por lo que esta historia ganó credibilidad y la expresión “enviar a Eleutera” (la ciudad libre) es del mismo tipo que “ir a la tierra de Jauja”?
¿O está de acuerdo con la leyenda, ya que Eleutero y Lébado fueron los únicos hijos de Licaón que no compartieron la abominación dispuesta por Zeus, sino que huyeron a Beocia, y allí hay una unión de ciudadanía entre la gente de Lebadea y los arcadios, y estos en consecuencia envían a Eleutera a los que involuntariamente entran en el santuario inviolable de Zeus?
¿O es como Arquitimo relata en su Historia de Arcadia acerca de ciertos hombres que entraron por ignorancia allí y fueron entregados por los arcadios a los fliasios y por los fliasios a los megarenses y que, mientras eran conducidos de Megara a Tebas, se pararon cerca de Eleutera por la lluvia y los truenos y otras señales del cielo? Por lo cual, de hecho, algunos afirman que aquel sitio adquirió el nombre de Eleutera.
Sin embargo, el relato de que la persona que entra en el santuario del monte Liceo pierde la sombra no es verdad, aunque haya adquirido amplia credibilidad. ¿Es porque el cielo se cubre de nubes y se oscurece sobre los que entran? ¿O es porque el que entra es condenado a muerte y los seguidores de Pitágoras afirman que los espíritus de los muertos no tienen sombra ni pestañean? ¿O es porque es el sol el que causa la sombra, pero la ley priva a los que entran de la luz del sol?
También cuentan esto alegóricamente: el que entra allí es llamado “ciervo”. Por eso, cuando Cantarión el arcadio desertó y se pasó a los eleos mientras estaban en guerra con los arcadios y con su botín cruzó el santuario inviolable, aunque huyó a Esparta después que se hizo la paz, los espartanos lo entregaron a los arcadios, ya que el dios les ordenó devolver al “ciervo”.

Plutarco. Cuestiones griegas, 39.